Wednesday, December 5, 2007

How many roads ...

Etéreo lector si existes que miras al trasluz las botellas en la arena por la chance de que entreguen mapas de tesoros en islas misteriosas o lancen gritos mudos desde Cathay.

Improbable ser que quizá sueñes con buques que se sacudan sargazos surcando piélagos en vez de pararse en las Ramblas, o pintarse para la efímera visita del turista como en la boca del Riachuelo se ofrece muerta en vida la corbeta Uruguay,

... apreta el botón derecho o lo que tu browser te brinde, pon música de fondo desde aquí, o aquí, o aquí, o quizá aquí, cerremos el círculo, miremos las cosas desde el otro extremo para descartarlo y volver al enfoque que deberían tener.

¿Cuántos ninguneos puede tolerar un hombre y aún seguir considerándose tal?

La respuesta, mi amigo, no sopla en el Pampero: el ninguneo corre por cuenta del ninguneador, y se desvanece cuando le negamos a éste su poder sobre nosotros.

Así que la verdadera pregunta no es cuántos, sino por qué uno llega a tolerar siquiera un ninguneo, no digamos varios.

El universo está tan lleno de proto-ninguneadores como lo está de tiernos, otarios, sinceros, carismáticos, golpeadores, amables, fallutos, amorosos y demás simplismos. El conjunto de los ninguneadores, en particular, es infinito de medida nula, y en el entorno de cualquier ser humano existen innumerables ninguneantes que en conjunto suman nada con minúscula cada vez que uno así lo quiere.

El considerar que estamos siendo ninguneados nos dice dos cosas importantes acerca de nosotros: primero, que le estamos dando a alguien la chance de constituirse nuestro censor todopoderoso con derecho a veto, control remoto, y licencia para matar; segundo, que estamos necesitando generar alternativas y, o, mandarnos nomás.

No hace ni falta recitar cada matina setecientas setenta y siete veces el mantra "Nadie me ningunea sino yo mismo".:

Cerrás la canilla.
Se corta el chorro.
Dale que va.

Ah, la letra de la canción está acá.

No comments: